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ARTE Y LA POESĺA: REFLEXIONES
Gastón Alvaro

Confieso haber transitado laberintos de lenguaje, con ayuda de inspiración y de las lámparas,
tratando de plasmar en palabra, con intención artística, la visión de mensajes dictados por una
imperiosa vocecilla interior. En ese andar difícil, siempre me han acompañado dos conceptos: el
de “arte como totalidad” y el de poesía como “arte y cualidad del arte”; muy manidos, si bien,
escabrosos asuntos, cuyos añadidos en mis reflexiones, aunque no lo lograra, me gustaría aclarar.

El diccionario de la real academia de la lengua española, en una de las acepciones define el arte
como: Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y
desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
En mi opinión para que sea arte esa “visión expresada”, tiene además que ser indivisible, única,
so pena de desaparecer si su naturaleza fuera de algún modo alterada.

En cuanto a la poesía, ya los griegos tenían una buena definición para la misma: Poïesis, que en el
trascender de su esencia etimológica, sigue queriendo decir “hacer”, “crear”, “transformar”… En mi
manual de latín, entre los ejercicios de práctica con oraciones cortas, hay una que, de manera
pragmática, define a la poesía simplemente así: Carmina sum poetarum opera.

Sin embargo, no sé si por difícil o, me inclino más a pensar que por tabú, tal vez no se haya dado
nombre todavía a esa cualidad esencial del arte (sensación, algo así como de sobrecogedor
encantamiento) que algunos preferimos llamar también poesía, para sugerir, quizá aquí, con la
aplicación trasmutada del vocablo, una cierta ambigüedad que deja en su misterio la
significación que queda del arte en lo inefable.

Si tomamos una silla para descansar y descansamos, el descanso ganado sería una prueba de su
utilidad. Si alcanzamos a notar que lo hacemos en una de estilo Chippendale, por ejemplo,
además de utilidad, no sería difícil advertir el valor añadido por el disfrute del mueble, pues,
además de servir para descanso, constataríamos en ella una configuración única dentro de su
funcionalidad.

Reitero, que a mi modo de ver, la naturaleza manifestada de una visión (un mensaje; cualquiera
que sea su medio de expresión) para que posea cualidad artística, necesita trascender su
función común primaria en otra más sensual; sensación independiente, singular, intransferible;
algo así, diríase, como de placer estético, la cual sería apreciada plenamente, tan sólo por aquél
dotado de la capacidad para reconocerla.

Mas, ¿de dónde surge esa cualidad especial de lo artístico? Si crear fuera producir algo de nada
(lo dice la Academia), creo que “creador” sería adjetivo vano, al menos que tuviese la
flexibilidad de Poïesis, si se aplica al artista. Con algo de humildad, quizá podría decirse que en
lo humano crear se parece a lanzar piedras (piedras escogidas si se quiere). Así, si estas cayeran
en pedregal análogo, el ejercicio sólo le añadiría más piedras. Si por el contrario, cayeran en las
aguas de lago remansado, un poco más harían; porque en su gravitar, al sumergirse, irían dejando
ondas que, expresarían, en mensurables círculos, diversidad de encuentros con la profundidad.


 
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